Monte Perdido

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sábado, 4 de junio de 2022

El derrumbe monetario-financiero y productivo, El colapso de la civilización industrial III

Aquí enlace a la 1ª parte 

Aquí enlace a la 2ª parte

La crisis energética implicará una profunda crisis económica en la que no habrá recuperación estable del crecimiento. Para funcionar en un mundo “lleno”, no solo no valen las recetas del pasado (keynesianas, neoliberales) sino que son contraproducentes y su aplicación abocará al sistema a una quiebra más abrupta y profunda. Tendremos una crisis de subproducción, destacando la energética y la de alimentos.

La de alimentos ya asoma por aquí. 

La crisis será, por primera vez en la historia del capitalismo, especialmente desde la Revolución Industrial, una “destrucción destructiva” que arrastrará consigo al capitalismo global. Lo que emerja será distinto, aunque podrá seguir existiendo el capitalismo. La quiebra del capitalismo global tendrá una tremenda repercusión, pues la globalización es el principal mecanismo que mantiene a la civilización industrial como un todo.


El colapso de la civilización industrial III


Precio del petróleo y crisis

El crecimiento es indispensable para el funcionamiento del capitalismo. Entre los factores para que exista, la disponibilidad abundante de energía es central. En primer lugar, simplemente no hay actividad económica sin energía abundante. Esto tiene varias implicaciones. Una es que en escenarios de alto gasto en energía queda menos dinero para desarrollar otras partes de la economía, lo que limita el crecimiento. Esto es especialmente grave en los territorios importadores de energía, donde el encarecimiento energético supone un empeoramiento de la balanza comercial y una mayor dificultad para encontrar financiación. Otra implicación es que el precio de la energía (del petróleo y gas) es un factor director de la inflación

por lo que si este sube compromete al conjunto del sistema. Por ejemplo, para intentar controlar la inflación, los bancos centrales suelen aumentar el precio del dinero, lo que tiende a limitar el consumo por falta de crédito.

La influencia también funciona en el sentido contrario, pues si la actividad económica baja, también lo hacen la demanda de energía y su precio, lo que puede llegar a producir una parada en la extracción por una degradación de la infraestructura y falta de inversión, lo que dificultaría una reactivación económica. Esto se ve agravado porque la consecución de energía requiere fuertes inversiones monetarias y energéticas, además de temporales.

Otro elemento imprescindible para la reproducción del capital es que el consumo vaya al alza, lo que tiene que ver con la energía disponible y con la productividad, pues un descenso en esta última reduce el consumo al obligar a la clase capitalista a rebajar los sueldos y a aumentar los precios. Además, la energía abundante y accesible es la que genera confianza en todo el sistema y permite la creación de dinero y deudas que lubrican el consumo.

La expansión en forma de globalización fue una respuesta del capitalismo a la crisis de la década de 1970. Además de nuevos territorios, permitió una mayor economía de escala y una alta  especialización, que aumentaron los beneficios. Sin embargo, sin energía barata no hay transporte global.

Finalmente, el capitalismo también convierte en capital el “trabajo” realizado por la naturaleza. Pero esto se va tornando cada vez más difícil conforme se alcanzan los picos de extracción de energía y materiales. No volverá un contexto como el del siglo XX, en el que los costes de extracción de la energía (de los combustibles fósiles) vuelvan a estar notablemente por debajo de su valor económico. Además, este incremento de la factura energética no producirá más energía y sí redundará en una menor productividad

El precio de los combustibles podría subir indefinidamente produciendo que los combustibles no convencionales, cuya explotación ahora no es rentable, se convirtiese en posible. Sin embargo, esto no va a ocurrir, ya que el límite máximo del precio del crudo para que se active una recesión está en unos 120-130 $/b. 

Los Estados y las economías, sobre todo centrales, tienen cierto aguante. Por ejemplo, poseen una (relativa) capacidad de pagar altos precios del crudo durante un tiempo, como muestra que, tras el pico de precios que desató la Gran Recesión de 2008, la economía se ha recuperado ligeramente, a pesar de que los precios altos se mantuvieron hasta 2014. Esto se consiguió gracias a una inyección masiva de dinero en el sistema, que sostuvo la capacidad de compra de la población, los Estados y, sobre todo, las empresas. Pero esta es una política que no es sostenible en el tiempo. Es más, conforme se fueron retirando los estímulos la economía retomó la crisis y, con ella, el precio del petróleo bajó causando problemas a las empresas del sector que redundarán en una mayor crisis económica. Y, lo que es más importante, no se pueden imprimir barriles de petróleo y, sin energía accesible, la economía financiera no podrá sostener todo el entramado.

Escenarios de precios del petróleo

Si se descuentan las crisis petroleras de la década de 1970 (de causas políticas), en el siglo XX el petróleo se caracterizó por la estabilidad y el bajo precio: 20-30 $/b. Esto no se va a repetir y lo que se producirá es una primera etapa de precios fluctuantes que alcancen picos altos. Para explicar esta evolución hay que recurrir a múltiples elementos que hacen que la dinámica sea compleja y para nada obvia. 

El cambio de patrón en el precio del petróleo se produjo en 2005, el año en el que se alcanzó la capacidad máxima de extracción del petróleo convencional.

Desde entonces, se ha producido una tensión al alza en su precio. Por una parte, solo se ha podido incrementar el crudo en el mercado gracias a los más caros petróleos no convencionales. Además, la TRE (Tasa de Retorno Energético)  del petróleo es descendente y la capacidad de ponerlo en el mercado disminuirá. Asimismo, el previsible escenario de enfrentamiento creciente entre las distintas potencias,  empujará al alza la cotización del crudo; pues habrá infraestructuras que se destruirán, países que reducirán su extracción (al menos temporalmente), un mayor gasto en el control militar de territorios y rutas, embargos, etc. Las etapas de menores precios del petróleo, como el periodo 2014-2017, se pueden explicar por al menos tres factores: 


i) La oferta de líquidos combustibles (en volumen, que es lo que miden los mercados, no en energía neta) siguió aumentando hasta 2015. Esto fue consecuencia de las políticas de quantitative easing que, por ejemplo, dieron alas a la industria de la fractura hidráulica. En el caso de las petroleras públicas, hubo varios condicionantes que explicaron el sostenimiento de la extracción. Probablemente, los más importantes fuesen el intento de mantener la cuota de mercado y de no rebajar aún más los ingresos a corto plazo, pues la situación económica y social era complicada para muchos (Venezuela, Rusia, Brasil, Irán). 


ii) La Gran Recesión continuaba, con el descenso de la demanda  consiguiente. Esto tenía detrás, entre otras cosas, el bajo precio del petróleo. Por lo tanto, un aumento de la oferta (aparente) y un descenso de la demanda implicaron una presión a la baja sobre los precios. 


iii) A esto se sumó el recorte a la masiva creación de dinero por parte de la Reserva Federal, lo que redujo la presión inflacionaria de toda la economía, empezando por las materias primas.


Tanto las subidas como las bajadas de precios se verán amplificadas por la especulación. El petróleo, como el resto de materias primas, se negocia en los mercados financieros. En bolsas como las de Chicago y en transacciones privadas en los mercados OTC. La OPEP no pone los precios del petróleo, sino que intenta regularlos colocando más o menos crudo en el mercado. Como con cualquier otro activo financiero, con los derivados del petróleo se pueden obtener beneficios cuando su valor sube y cuando su valor baja. Es decir, que el “desequilibrio” entre oferta y demanda se ve incrementado a corto plazo por la especulación. A esto se suma que el pico del petróleo también implica una menor capacidad de controlar el flujo puesto en el mercado y, por lo tanto, una mayor facilidad para especular con él y con ello exagerar más las fluctuaciones de precios. La siguiente fase, después de varios años de fuertes fluctuaciones de precios, podrá ser la de un precio elevado y estable. Es la etapa actual con precios ya por encima de 100$ el barril y muy cercanos a 120 -130 $ el barril que es cuando se producirá la recesión. A no ser  que el desplome económico haya sido tan mayúsculo que la demanda sea muy pequeña. O, dicho de otro modo, esto sucederá cuando el petróleo deje de ser el motor energético de la economía y se parezca más a un artículo de lujo.

Diesel y fuel oil


La crisis económica aumentará la crisis energética

La relación entre la crisis energética y la económica es un ejemplo de bucle de realimentación positivo. Si la primera ha contribuido a desencadenar la segunda, después la segunda refuerza la primera.

Para prever cómo será el descenso del flujo de crudo disponible, la geología es fundamental, pero también la economía (ritmo de inversión, nivel de precios), las tecnologías empleadas, los recursos disponibles (por ejemplo, hacen falta grandes cantidades de agua para extraer el petróleo y para refinarlo), la política (inversiones públicas en combustibles fósiles o en renovables, concesión de derechos de explotación, títulos de propiedad), las condiciones laborales (parones en la extracción, cualificación del personal) o los aspectos militares (destrucción de la infraestructura petrolera). Muchos de estos factores producirán situaciones no lineales en las que se perderán capacidades que costará mucho recuperar (o serán irrecuperables). Los factores económicos desempeñarán un papel fundamental. Por una parte, es esperable que las fases de petróleo caro reducirán la demanda, lo que estirará la curva de descenso haciéndola menos pronunciada. A esto también contribuirá que los precios altos del crudo incentivarán la explotación de los campos menos rentables.


Pero, a pesar de eso será muy difícil acometer nuevos esfuerzos explotadores por varias razones que van a producir que el escenario sea de reducción de financiación, mientras lo que haría falta es un aumento ante la dificultad creciente de la extracción. Las fundamentales serán: 


i) La demanda energética menguará a causa de la profundización y ampliación de la crisis económica y esto quitará atractivo a la inversión.


 ii) Además, las inversiones (que deben producirse en plazos dilatados) serán en un entorno de precios muy fluctuantes, lo que hará que sean más arriesgadas.


iii) Los periodos de precios altos incentivan la inversión, pero solo hasta cierto punto. Ya vimos que si el precio sube demasiado, la economía en su conjunto entra en crisis, lo que limita la posible inversión. 


iv) Los costes requeridos para aumentar la explotación han subido considerablemente, entre otras cosas porque los nuevos campos son cada vez menos accesibles geológica y geográficamente, además de más pequeños, con lo que el coste unitario aumenta. A esto se añade que los campos antiguos rentan cada vez menos.


 v) Los costes también aumentarán por el incremento de accidentes fruto de la menor accesibilidad de los recursos. 


vi) El sector petrolero ya está fuertemente endeudado, a lo  se añadirá la escasez de crédito conforme se agudice la quiebra de los mercados financieros.

 vii) Una parte considerable de la infraestructura petrolera se ha quedado obsoleta. También hay escasez de mano de obra cualificada y de equipos de perforación, lo que obligará a más gastos. 


viii) La viabilidad de las compañías depende, como vimos, más de su atractivo financiero que productivo. De este modo, las empresas desvían las inversiones a actividades como la recompra de sus acciones, en lugar de a la construcción de nuevas plantas, el mantenimiento de la infraestructura o el desarrollo de nuevos campos. Esto, lejos de ser una coyuntura pasajera, es un imperativo del mercado.


 ix) En los últimos años, los impuestos sobre la actividad petrolera han crecido considerablemente en la mayoría de los países extractores y no es probable que esto cambie conforme avancen sus problemas fiscales. 


Esta disminución en la financiación es algo que ya está sucediendo. Además, las compañías se están deshaciendo de sus yacimientos más dudosos a precios de saldo. Y no solo se está produciendo desinversión, sino también quiebras. Este proceso afecta también a las compañías estatales. Muchas de ellas arrojan pérdidas significativas (Pemex, Statoil, Petrobras) y parte de los nuevos descubrimientos en América Latina no se están pudiendo explotar por falta de financiación. Además, como la economía de sus países matrices depende en gran medida del crudo y han aumentado mucho sus gastos, el precio mínimo para cuadrar las cuentas estatales es alto. Ante esta situación, algunos (México, Venezuela, Brasil, Argentina, Baréin, Libia, Irán, Noruega) están abriéndose a la inversión extranjera y a las tecnologías de las compañías privadas para sostener la extracción. Pero las multinacionales del petróleo, las inversoras naturales, están realizando el movimiento contrario.

Los problemas afectarán también a las renovables. Es previsible que las inversiones en ellas se estanquen a medida que la crisis económica continúe y todavía haya disponible carbón, gas y uranio, lo que sitúa un panorama futuro mucho más complicado, pues se habría malgastado tiempo y recursos para la inevitable transición energética.

En conclusión, considerando los factores económicos, el descenso de energía

disponible sería notablemente mayor que el previsto por el agotamiento geológico.

Basado y adaptado de:

Referencia: En la espiral de la energía Volumen II

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