La palabra de moda, ahora todo es sostenible, las ciudades, las empresas, las nuevas urbanizaciones, el turismo, las inversiones, los viajes, incluso hubo una época que se llegó a hablar de guerra sostenible!!!
Ahora los políticos cuando
hablan, siempre acaban diciendo la palabra sostenible. “vamos a construir una
urbanización sostenible, vamos a construir una autopista sostenible…etc”
Se utiliza tanto la palabra
sostenible que ya ha perdido su significado, de hecho muy poca gente sabe, o
mucho menos es consciente de su significado.
Según la RAE, sostenible es:
Que se puede sostener.
Especialmente
en ecología y economía, que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar
los recursos o causar grave daño al medio ambiente.
Es decir, una actividad sostenible tiene que poder realizarse sin cambios
durante miles de años. Las palabras
que más suelen asociar los políticos a sostenible es crecimiento o desarrollo.
Todas sus frases acaban con crecimiento sostenible o desarrollo sostenible.
Pero es un oxímoron o crecemos o nos sostenemos, o nos
desarrollamos o nos sostenemos pero ambas cosas a la vez son imposibles.
Cualquier actividad que
implique el uso de combustibles fósiles aunque sea marginalmente o de forma
secundaria NO ES SOSTENIBLE por definición. El turismo es sostenible si lo
hacemos en bicicleta (y a ver como fabricamos la bicicleta, especialmente las
cubiertas de caucho) o en burro. El crecimiento nunca podrá ser sostenible en un planeta esférico, para que fuera
sostenible necesitaríamos un planeta plano e infinito.
Las energías renovables
tampoco son sostenibles a menos que las fabriquemos utilizando energías
renovables, cosa hoy por hoy, es prácticamente imposible.
Y en estas hemos llegado a
la situación actual en la que todos somos muy ecologistas y muy defensores del
planeta (como si el planeta necesitara que alguien le defienda) pero cuando la
gasolina se ha puesto a 2 € el litro (por su escasez, no por la guerra) nos ha
faltado tiempo para volver a subvencionar con dinero público las energías
fósiles y olvidarnos de la transición energética y del cambio climático.
Han bastado unos pocos
céntimos de subida de los combustibles fósiles para ver como la economía industrial entera ha comenzado a entrar en colapso.
Los políticos y la mayoría
de la gente (da igual la ideología o el país) nos han dejado claro que no
tenían pensada ninguna transición energética, ni les interesa lo más mínimo el
cambio climático ni nada. En definitiva, se les ha visto el plumero y no tenían
un plan B.
En vez de gestionar la escasez
se han puesto a subvencionar un modelo obsoleto y en decadencia con el único
objetivo de volver a la senda del crecimiento.
Intentar apuntalar un
sistema en colapso sólo nos llevará a una caída más temprana y más dura. Es
ahora cuando hay que pensar en crear una sociedad sostenible (sin crecimiento)
y resiliente. En principio podríamos comenzar reduciendo un 80 % nuestra dependencia
energética fomentando el teletrabajo,
creando una red de trenes de vía estrecha, movidos con aerogeneradores
fabricados industrialmente con el poco petróleo y gas que aún queda y creando
huertos urbanos lo más cerca posible de los lugares de consumo. Todavía es
posible un modelo que tienda hacia la sostenibilidad sin dilapidar lo poco que
nos queda. Algo similar al periodo especial que vivieron los cubanos.
Pero visto lo visto, hay que
dar por hecho que el camino a seguir será el de continuar apuntalando un
sistema en colapso, subvencionando nuestra propia ruina y haciendo guerras por los últimos recursos.
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