Este texto fue escrito unos años antes de la pandemia, de la guerra de Ucrania, del alza de precios y escasez de productos.
Describe bastante bien hacia donde vamos y porqué. Y me hace pensar si el
objetivo de Rusia en la invasión de Ucrania no será quedarse con sus tierras de
cultivo y ya de paso dejar de exportar gas y petróleo a occidente, precisamente
con el objetivo de quedarse para sí las últimas reservas.
La foto que acompaña este texto ya no es un montaje como la de la primera parte.
Aquí el texto original adaptado.
¿Qué
fases tendrá, qué profundidad alcanzará, cuánto durará
y a qué
velocidad se producirá el colapso?
La
quiebra de la civilización industrial no ocurrirá de forma súbita y total, sino
que será
un proceso largo, complejo y diferencial, con altibajos.
Colapso del capitalismo global y
civilizatorio
nuevas
crisis que terminarán en una mayor degradación de la complejidad. el declive de
la sociedad industrial se parecerá más a “una piedra rodando por una pendiente
irregular que cayendo por un precipicio”. Así, se irá pasando de lo complejo,
grande, rápido y centralizado, a lo sencillo, pequeño, lento y descentralizado.
Todo ello trufado de irreversibilidades.
Los
distintos sistemas no colapsarán a la vez, sino que serán los elementos más
vulnerables los que lo hagan primero y, a partir de ellos, se irá extendiendo
el proceso mediante múltiples bucles de realimentación positiva que irán
produciendo irreversibilidades que imposibilitarán la vuela atrás en el cambio civilizatorio.
Aunque no habrá una secuencia clara, sino una maraña de procesos interconectados
en paralelo,
i). Fin de la energía abundante y concentrada,
como primera manifestación de la degradación de la biosfera, que se irá
profundizando durante el siglo XXI.
ii).
Derrumbe monetario-financiero. Crisis de la banca, los mercados especulativos y
el crédito. También de las monedas globales.
iii).
Desglobalización y decrecimiento. La energía escasa y el estrangulamiento del
crédito ahogarán el comercio, especialmente el internacional. La economía se
relocalizará y se empezará a producir un cambio del metabolismo social.
iv).
Nuevo orden geopolítico. Guerras por los
recursos y regionalización.
v).
Quiebra del Estado fosilista. El sistema político actual no será capaz de
seguir funcionando y perderá su legitimidad. El Estado se reconfigurará y, en
algunos territorios, desaparecerá.
vi).
Reducción demográfica por las crisis alimentaria y sanitaria, y por guerras.
Esta será una de las etapas lentas que empezará con el agravamiento de la
crisis económica, de las condiciones ambientales y de los cuidados, pero que se
irá profundizando conforme transcurran nuevas fases.
vii).
Desmoronamiento de lo urbano. Sin orden económico globalizado, Estados
fuertes,
ni energía abundante, las grandes urbes serán abandonadas progresivamente, convirtiéndose
en minas y aumentando los huertos urbanos.
viii).
Incapacidad de sostener la alta tecnología. Pérdida masiva de información y de
conocimientos. Esta etapa será lenta y se irá produciendo tras el derrumbe
de la
economía global.
ix).
Cambio de los valores dominantes. Final del mito del progreso y eclosión de
nuevos
referentes en los que la sostenibilidad y una vuelta a una concepción
más
colectiva de la existencia serán elementos centrales, lo que no implicará
necesariamente
mayor liberación humana.
El doloroso y largo declive alumbrará
sociedades radicalmente distintas
De todo
ello, surgirán nuevas luchas y articulaciones sociales que se moverán entre
neofascismos o respuestas autoritarias, y cuidados de la vida ecomunitarios. En
cualquier caso, los nuevos órdenes sociales no cuajarán hasta que el conjunto
social no haya cambiado de “dioses”.
Aunque
muchos de los procesos ya han comenzado (fin de la energía abundante, quiebra
financiera, crisis del comercio global, nuevo orden geopolítico,
deslegitimación de los Estados) alrededor
de 2030, se producirá un punto de inflexión en el colapso de la civilización
industrial como consecuencia de la imposibilidad de evitar una caída brusca del
flujo energético. Ya vimos que, alrededor de esta fecha, si no antes, se
producirá el pico de los tres combustibles fósiles y del uranio. Si se
considera la TRE, en 2030 la energía proveniente del petróleo podría ser un 15%
de la del cénit. Además, es probable que Arabia Saudí deje de exportar crudo
para entonces, mientras muchos otros países lo habrán hecho antes. A partir de
ese momento, será materialmente imposible que funcione un sistema económico
global. Y ya hemos analizado que no hay sustituto energético posible al
petróleo convencional y menos al conjunto de los combustibles fósiles. Por si
esto fuera poco, para 2030 se podrían haber superado los umbrales que disparen
el cambio climático hacia otro estado de equilibrio del sistema Tierra notablemente
más cálido, aunque, si la crisis económica fuese muy profunda y rápida, esto
último pudiera no ocurrir.
Hasta ese
momento, se intentarán mantener las mismas políticas de crecimiento, eso sí,
actualizadas y condicionadas por las circunstancias. Seguirán los escenarios business
as usual y “capitalismo verde”. En realidad, será solo uno: un business
as usual con algún tinte de transición posfosilista, pero no poscapitalista.
Los descensos reales de la disponibilidad de combustibles fósiles serán más
acusados que los esperables por causas geológicas. Además, su disponibilidad en
los mercados internacionales será menor que la extracción, porque
progresivamente habrá más países que dejen de exportar. Por ello, irá avanzando
la desglobalización. Los Estados que puedan, entrarán en una guerra interna y
externa por el sostén de su estructura, intentando controlar a la población y
los recursos básicos. El mantenimiento de estas políticas suicidas conllevará
que el colapso sea más brusco a partir de ese punto de inflexión que, como
decimos, puede estar alrededor de 2030.
Mientras,
en los mundos campesinos e indígenas menos alterados, donde ya se está en parte
en un metabolismo no fosilista, el colapso será mucho menos brusco y los
impactos menos duros. Incluso habrá regiones que sientan aliviada la presión política
y económica que sufren. Aunque la lucha por sus recursos naturales seguirá siendo
fuerte. Más allá de este punto de inflexión, el carbón estará poco disponible y
se exportará cada vez menos, aunque más que el gas, que estará claramente en
declive. El comercio internacional de petróleo casi desaparecerá. En ese
contexto, el capitalismo y sus posibles derivados ya solo podrán mantenerse
precariamente en base a la violencia. Será a partir de entonces cuando será más
evidente el Largo Declive en el que se sumirán
las sociedades.
Creemos
que las sociedades ecomunitarias solo podrán desarrollarse, más allá de experiencias
pequeñas o en espacios no modernizados, cuando se haya producido la quiebra de
los poderes económicos y políticos, más allá de la década de 2030. Es decir,
que antes de tener una oportunidad real de cambio ecomunitario habrá una etapa
dura de destrucción social. El quehacer de los movimientos sociales en esa fase
será clave para sembrar los proyectos que podrán aflorar luego, posibilitar las
condiciones sociales para que esto sea factible y hacer que el colapso sea lo
menos profundo posible, sobre todo a nivel ecosistémico. Sin este trabajo, es
improbable que puedan surgir estas nuevas sociedades emacipadoras. Tampoco lo
tendrán fácil después, aunque el contexto les dará más oportunidades. Cuajarán
una gran diversidad de organizaciones sociales situadas entre ecofascismos o
autoritarismos, y ecomunitarismos. Por ello, además de analizar cada una de las
etapas. Por supuesto, el año 20230 se debe entender como una referencia
estimativa. Lo más relevante no es si este punto será en la década de 2030 o de
2040, sino los procesos que se desencadenarán y que los vivirá gran parte de la
población actual. A este punto de inflexión lo denominamos Bifurcación de
Quiebra.
Todo el
proceso será largo, pues el grado de extralimitación es muy grande y la
pérdida
de complejidad será muy alta. La total reorganización social que se producirá durante
el Largo Declive podrá durar unos 200 años, un periodo parecido al que tardó la
civilización industrial en llegar a su cénit. O incluso más, pues los nuevos equilibrios
ecosistémicos no estarán constituidos para entonces. El sistema climático puede
tardar miles de años en estabilizarse y no son descartables escenarios
catastróficos de pérdida de funciones ecosistémicas y desorden total de las
redes de la vida.
Durante
mucho tiempo, el ser humano no tendrá capacidad (ni probablemente voluntad) de
realizar nuevos impactos destructores sobre el entorno: su población bajará, el
consumo per cápita también, y su tecnología tendrá menos potencia y se basará
en energías y materiales renovables.
La
velocidad del colapso de los sistemas complejos depende del grado de
integración de sus nodos y de la velocidad de funcionamiento de todo el
sistema. A más integración y más velocidad, mayor celeridad. En el pasado, los
colapsos societarios fueron relativamente lentos, como su metabolismo. El Largo
Declive será rápido.
Como
media, las civilizaciones han necesitado 500-1.000 años para expandirse y
100-300 para caer.
El doloroso Largo Declive alumbrará
sociedades radicalmente distintas
Al
principio (quiebra de la economía financiera y productiva global) pero, más
allá de la Bifurcación de Quiebra, transcurrirá con más lentitud
(desmoronamiento de lo urbano, quiebra del Estado fosilista) y el ritmo irá
siendo más (cambio de subjetividades) y más (reorganización ecosistémica y
climática) pausado. Además, el proceso tendrá distintas velocidades en los
diferentes territorios, de igual modo que la transición del metabolismo forrajero
al agrícola no se ha terminado de completar todavía (aunque casi) y el del
agrícola al fósil sigue produciéndose.
La
velocidad no será irrelevante pues “un descenso rápido implica:
i) Un
descenso poblacional rápido (quiebra de sistemas de salud, guerras, epidemias…), pero no necesariamente más profundo.
ii) Más
riesgo de guerras atómicas o químicas masivas.
iii)Menos
caos climático y pérdida de biodiversidad y de funciones ecosistémicas (salvo
guerras atómicas o químicas masivas).
iv) Menos impacto sobre la biomasa (si el
descenso es lento habrá una fuerte deforestación que durará más que si este es
rápido y con menos población).
v) No
sufrirán tantas generaciones humanas, pero será durísimo para las dos
siguientes.
vi) Menos riesgos de olvidar (la ciencia, la
técnica, las razones que llevaron al desastre)”
vii) Una desestabilización de los agrosistemas
más profunda.
Aquí la tercera parte.
Referencia: En la espiral de la energía Volumen II