En teoría los mercados no tienen ideología, simplemente operan donde sacan beneficio, sin embargo en los últimos años, da la impresión de que en los países donde los gobiernos no son del gusto de los mercados, su economía es castigada con mayores tasas de interés y con bajadas en el valor de su moneda.
En principio esto es lógico, pues al fin y al cabo, el dinero va donde encuentra las mejores condiciones y si un país con dificultades quiere financiarse, los prestamistas prestarán a mayores tasas de interés que en una economía con menos dificultades.
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El sistema de mercado libre ha funcionado satisfactoriamente durante muchas décadas, aunque algunas veces los excesos producen ajustes que acaban como crisis.
Estas últimas décadas con la globalización, el dinero ha comenzado a fluir libremente entre países como nunca antes y esto ha beneficiado a muchas economías que han tenido la oportunidad de financiarse y prosperar.
Pero la globalización también ha traído nuevos problemas, por ejemplo el dinero al no tener fronteras fluye a los países con menos impuestos y provoca dificultades en los países con mayores impuestos, esto hace que todos los países entren en una carrera de bajada de impuestos para atraer a los capitales y perjudicando a sus habitantes, pues muchas veces sólo se bajan impuestos a los capitales pero no a los ciudadanos lo que hace que aumente la carga impositiva y haya menos dinero para ofrecer servicios. En definitiva, los famosos recortes.
El problema de fondo no son las leyes ni las políticas, sino el hecho de que los capitales se han globalizado pero las legislaciones siguen siendo locales. Como la globalización no dará marcha atrás de forma voluntaria, lo lógico sería globalizar la carga impositiva y las legislaciones, de modo que los capitales no puedan asentarse en un territorio sin pagar impuestos mientras benefician a otros territorios.
Pero el mayor problema de la globalización que estamos viendo en estos últimos años es que los mercados premian o castigan a determinados países o incluso gobiernos en función de si son del "agrado" de los mercados, esto que en principio parece lógico, deja de serlo cuando el votante empieza a tener más en cuenta las reacciones de los mercados que el programa electoral de los partidos, de modo que poco a poco esa democracia que tanto valoramos se va diluyendo y convirtiendo en una dictadura en la que el dictador es invisible y difuso, pero puede hacer caer gobiernos y elevar otros de su agrado.
Hay países a los que la economía les va mejor o peor en función del partido que gobierna y no de las políticas que haga cada mandatario, precisamente por que por muy buenas políticas que se hagan, si los mercados impiden financiar a un país, al gobierno le queda muy poco margen de maniobra.
Los votantes poco a poco van dejando de lado sus ideologías y sus preferencias para votar a aquel partido que hará las políticas que mejor aprobarán los mercados, y sin faltarles razón, votan al partido que más beneficiará a su país pero sin darse cuenta poco a poco van perdiendo la libertad y la democracia.
Sin darnos cuenta todos los ciudadanos del mundo nos hemos convertido en súbditos de un gran dictador difuso y sin que nadie nos censure, no votamos con nuestra ideología sino pensando en cómo se lo tomará el gran dictador: el mercado.
El ser humano es libre por naturaleza y las sociedades que viven oprimidas en una dictadura, tarde o temprano se revelan a ella aunque eso suponga grandes calamidades para unos pocos individuos. Sin embargo si una dictadura es sutil y los ciudadanos no tienen un dictador claro contra el que luchar, acaban siendo víctimas de una falsa percepción de libertad contra la que es casi imposible revelarse y luchar.
No hay mayor dictadura que aquella en la que sus súbditos se sienten libres.
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